No se puede calificar de otra manera porque la violencia agrava al fútbol argentino. No es la primera vez que al Tomba le suspenden un partido por violencia; ya sufrió un hecho similar en el 2.024 ante San Lorenzo de Almagro. Al inicio del segundo tiempo de Godoy Cruz de Mendoza y Talleres de Córdoba, empataban 0 a 0, un caño de una bandera arrojado por un hincha del Tomba, le abrió una herida en la cabeza al juez de línea Diego Martín. El encuentro que estaba jugándose en el estadio Víctor Antonio Legrotaglie, una cancha del ascenso, fue suspendido por el árbitro Yael Falcón Pérez.
Las sanciones tienen que ser ejemplares para erradicar la violencia de los estadios. Cuando le suspendieron el partido ante el Ciclón Godoy Cruz recibió una multa del valor de 500 entradas por tres partidos, además de hacerse cargo de los gastos de traslado de San Lorenzo para la reanudación del encuentro que se realizó en el mes de octubre, dos partidos de local a puertas cerradas y la quita de tres puntos que posteriormente le devolvieron. Sanciones irrisorias. Si al club le dan una sanción durísima se preocupará por la seguridad del espectáculo. De esa manera seguramente se preocupará de identificar al agresor para que ese hincha violento no pise más un estadio. 
En cuanto al juego, que pasó a segundo plano, era pobrísimo. El partido era trabado con escasas situaciones frente a los arcos. Ninguno de los dos hizo méritos para abrir el marcador. Hubo una sola polémica, cuando Talleres se durmió en defensa y Roberto Fernández (38’PT) llegó a convertir un gol que fue anulado a instancia del VAR.