Carlos Arbulú: “todo lo que viví fue gracias a la Diosa Fortuna”

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Córdoba es cuna de aprendizaje, de desarrollo y crecimiento, de convertir al ser humano en un profesional con capacidades y para que sean competentes en su profesión, además de expresar valores tales como humildad, buena comunicación y respeto. En Belgrano de Córdoba existe una persona que reúne todas esas cualidades y por ello merece que su historia sea narrada. Se trata de Carlos Arbulú, peruano de nacimiento, cordobés por adopción, fisioterapeuta y kinesiólogo de profesión. Sus cualidades hicieron que no solo desarrolle su profesión en el ambiente del fútbol sino también en el ambiente artístico, ambos espacios tan codiciado por la gente, más si se trata de estar con los jugadores en el estadio Mario Kempes como en los teatros de Villa Carlos Paz. La verdad una vida bendecida.

Carlos Arbulú, amante de la cocina, de la música, de las hierbas medicinales y de su profesión llegó a Córdoba Capital en marzo de 1.975 con la ilusión de realizar una carrera universitaria, “elegí Argentina por varias razones y una de ellas fue por la música porque en mi país, Perú, integraba un grupo de rock, hacíamos rock nacional argentino, imitábamos a Los Gatos, La Joven Guardia, Sui Generis, Quique Villanueva y otros tantos grupos y cantantes que nos encantaban. Mi meta era estudiar medicina, el primer año me dediqué a aprobar las equivalencias (Historia Argentina, Literatura, Instrucción Cívica y Geografía) y al año siguiente por el golpe de estado en Argentina cambiaron todos los planes de estudios. El extranjero era sinónimo de subversivo, entonces me dediqué a estudiar otra cosa, pero mi meta seguía siendo la universidad; me recibí de Protesista Dental. Después cuando se calmaron las aguas, regresé a estudiar medicina al ser una carrera larga la cambié por Fisioterapia y Kinesiología, que también tiene una duración de cinco años. Estudiar esta carrera fue lo más hermoso que me pasó porque uno tiene una interrelación con el paciente, algo que en la actualidad se ha perdido lamentablemente. Esta carrera que abracé la amo muchísimo porque me ha dado grandes satisfacciones”.

Estudiar en Córdoba es iniciar una vida cargada de sueños, que se alcanzan con el tiempo por capacidad, por tenacidad en buscar siempre ser el mejor. Al final se logra esos sueños, que no son por casualidad. Carlitos, como se le conoce en el ambiente del fútbol, llegó a un club que él se había hecho hincha apenas arribó de Chiclayo, Perú y fue por el color celeste de la camiseta, que utiliza su Departamento de Lambayeque en todos los deportes. Su historia en Belgrano comienza cuando “después de recibido hice la residencia en el Hospital Clínicas y cuando terminé la residencia me quedé a trabajar en ese lugar. En esa oportunidad conocí al doctor José Amayo, que era el traumatólogo del Club Belgrano y a su vez trabajaba en el Clínicas. Yo me encargaba de la rehabilitación de los deportistas que el operaba y en una oportunidad Amayo se acercó al servicio a comentar que le gustaba como quedaban los pacientes que él enviaba y por dicha razón quería llevar un par de kinesiólogos al Club Belgrano. Fue en el año 1.989 cuando llegué al Celeste de Alberdi, en un primer momento por 6 meses y desde 1.990 comencé a trabajar oficialmente en el club”.

Arbulú ya lleva 31 años trabajando en el club del cual es hincha, el asegura que “fue gracias a la Diosa Fortuna”, y en Belgrano vivió momentos de gloria y de intensas amarguras, ascensos y descensos; “viví satisfacciones que te da la vida y el fútbol” afirmó. Al repasar su vida ligada al deporte se puede observar que le ha dejado muchos amigos y muchos reconocimientos, además de agradecimientos de los jugadores. “Es una gran satisfacción que los hinchas de Belgrano te reconozcan en la calle; en varias oportunidades me sucedió que me dijeran – para que veas que soy hincha de Belgrano, vos sos el kinesiólogo- y me quedo duro porque no lo puedo creer. A mí me sorprende”. En cuanto a los jugadores confió que “ha quedado una linda amistad con jugadores y cuerpos técnicos, sobre todos aquellos que estuvieron en la década del 90, que para mí fue grandiosa a pesar de que fueron tiempos muy difíciles en la parte económica porque el club estaba muy mal. Uno iba prendía y apagaba la luz. En ese momento uno adquirió sentido de pertenencia y es por eso que ahora tengo un amor incondicional con Belgrano de tal manera que durante una época no nos pagaron durante 9 meses, debía hacer trabajo particular después de las practicas atendiendo en mi casa, realizando visitas médicas para poder sostener a mi familia, siempre firme con el club porque tenía una felicidad tan grande por estar en Belgrano”.

Añadió que “ahora estamos en la gloria porque después de la quiebra que tuvo Belgrano tuvimos la suerte de la llegada de un empresario, Armando Pérez, que lo puso a esta institución en el lugar que debe estar un grande de Córdoba”.

Dentro de las satisfacciones que tuvo en la vida están los ascensos, recordó: “el primer ascenso es especial justamente por ser el primero y porque fue al poco tiempo que me había sumado a la institución. Tengo la dicha de haber estado en el banco en los cuatros ascensos que tuvo Belgrano. Recuerdo el primer ascenso porque ascendió un 28 de julio, fecha del aniversario de la independencia de Perú. Entonces como olvidarme de esa fecha. También lo tengo presente en mi mente los ascensos del 98, 2.006 y el más recordado de todos; del 2.011 cuando mandamos al descenso a River Plate. Ese fue fantástico porque fue ante River, el equipo más ganador a nivel nacional en cuanto a torneos locales. Será imborrable y todos los que estuvieron presentes lo tendrán en sus mentes hasta el final de sus vidas”.

De ese ascenso nos contó detalles; “habíamos ascendido y después del partido cuando nos miramos aun no podíamos creer lo realizado, estábamos como si estuviéramos volando. Estuvimos cerca de dos horas dentro del vestuario y recién pudimos salir. Afuera hubo mucho lio porque la gente estaba enfurecida. Luego regresamos en colectivo y a cientos de kilómetros de Córdoba la gente estaba esperándonos, algo inimaginable porque muchos hinchas estaban llorando de la emoción. Nunca antes visto por el pueblo Pirata. Después hicimos el ingreso triunfal por el Arco de Córdoba como alguna vez lo hizo Napoleón Bonaparte. Para mí fue esa la sensación salvando las distancias. Lo vivido fue una gran satisfacción de la misma manera que la dicha de ser un laburante de Belgrano”. En contra partido con respeto a los descensos, afirmó; “son circunstancias de la vida”.

Carlitos Arbulú es y será recordado por su aporte al plantel desde su sitio, desde su profesión, una de las más importante cuando se trata de recuperar un jugador porque no solo cumple el rol de trabajar sobre la lesión sino desde el aspecto psicológico. “la camilla vendría a ser el diván porque los jugadores te cuentan sus problemas, sus sufrimientos y sus miedos, a veces están nerviosos, mal psicológicamente por la incertidumbre que genera una lesión, aunque no sea tan grave. También porque no saben cuándo van a volver y como lo van a hacer. Desde mi lugar debo aportar para que esa recuperación sea efectiva. Se debe tener en cuenta que cuando un jugador sufre una lesión complicada ingresa en una crisis emocional que le afecta mucho y esa situación se expone a través de su comportamiento, a veces con ansiedad, otras con la agresión o rebeldía hasta que llega la resignación y después la aceptación. Al final se recupera y supera todo lo vivido”.

También nos contó varias anécdotas que vivió junto a los jugadores del plantel de Belgrano como “la del Tano Spallina, un personaje divino. Sucedió cuando se fue a Buenos Aires a jugar con el River Plate de Francescoli, Astrada, Hernán Díaz, Gallardo, Ortega, entre otros y nos golearon por 5 a 0, la verdad que nos hicieron precio. En esa oportunidad desde el hotel al estadio íbamos en un colectivo escolar y al regreso todos los jugadores subieron con la cabeza baja, estaban destrozados porque habíamos perdido por goleada. Todos estaban en silencio, el técnico calladito, y al rato sube al colectivo el Tano Spallina, pone el pie en el estribo y cuando está por poner el segundo pie dice: lo único que me consuela es que estos culiaos (por River) se cagaron por hacernos seis…todos comenzamos a reírnos por la ocurrencia”. Y otra de las anécdotas es con el Negro Pedro Marchetta cuando era técnico de Belgrano “en una oportunidad Belgrano tuvo varios lesionados y expulsados, cuatro bajas, y días antes del partido Pedro Marchetta se acerca al consultorio, en el momento se me ocurre decirle Maestro estoy pensando cómo va a formar el equipo el domingo con tantos jugadores lesionados y expulsados que tenemos, entonces el me mira fijo a los ojos y me dice: boludo no pensés, rezá”.

Por último, creemos que no podemos dejar pasar la oportunidad de hablar de su trabajo con el mundo artístico; “trabajé durante 14 años, paralelamente con el Club Belgrano, con las compañías de espectáculos de Daniel Comba, que venían a Villa Carlos Paz. Fue otra faceta importante de mi vida. Tuve la oportunidad de atender a varias personas famosas; empecé atendiendo a Jorge Guinburg, a la señora Estela Raval, a María Marta Serra Lima, Jessica Cirio, Evangelina Anderson, Flavio Mendoza, Valeria Archimó, Anita Martínez, Daniela Cardone, Florencia Tessouro, Karina Piñeiro entre otros muchos artistas que no recuerdo porque no soy muy memorioso. Los trabajos que ejecutaba era porque generalmente tenían contracturas, tendinitis y algunos desgarros, consecuencias del trabajo que realizan en el escenario” indicó.

Es inevitable volver al principio de la nota porque al repasar las respuestas de Carlos Arbulú necesariamente uno se sitúa en sus comienzos. Él llega a Córdoba desde el Perú por elección, no por una necesidad, y una razón de su elección fue por la música que escuchaba y reproducía, el Rock Nacional Argentino; generador de ideas y de pensamientos. Ese fue su punto de partida, para ir a donde él quiera, construyó su balsa y encontró su puerto, su destino. Córdoba, la Docta, la ciudad donde los sueños son posible.

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